viernes, 28 de septiembre de 2007

El hombre desenterrado

Se antoja dispuesto a cometer suicidio mas nada se lo exige. No se acomoda a los trabajos de la tierra. Buena gente al crepúsculo con los de voces muelles. Dócil con los de mano tibia que lo azuzan a andar un poco. Mas terrible con los insolentes que no se hacen a un lado. Avaro con los varicosos brazos de sus semejantes indigentes. Nunca pedigüeño. Nunca dadivoso. No se acomoda a la dureza de las letrinas ni de los bancos de iglesia. Patea cuando puede a los perros ambulantes y a los ciegos transeúntes. No pisa hormigas. Rebelde hasta el vicio con todo tono de énfasis, de certeza o de loa, con todo olisqueo de autoridad. Siempre dispuesto a mirarte fijamente sin propósito alguno. A soltar porque sí una historia de navajeros. A masticarte la lengua. Regaló ya tres veces sus cápsulas de cianuro. Dejó su entierro arreglado hace mil años.
(Con unas líneas de Aguirre Beltrán)

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