viernes, 2 de diciembre de 2011

Foco

Al irte olvidaste apagar el foco de la sala.

Yo lo dejé prendido días, meses, años.

Era uno uno de esos focos largavida.

Al principio esperaba que tú volvieras a apagarlo

como habías hecho siempre.

Ardiendo acumulaba polvo, telarañas

como el resto de la casa.

Al despertar muchas veces en la madrugada,

con resaca y torpor, me hipnotizó su brillo.

Supe así que estaba mágicamente unido a tu corazón.

Y empecé a temer el temblor que anticipara

su último latido.

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